Los frutos secos (bellotas, avellanas, castañas, hayucos) y el color
rojizo, cobre y oro de las hojas de nuestros bosques caducifolios son el
indicador de la estación otoñal. Estos frutos secos ricos en calorías
(por los lípidos y los glúcidos), proteínas y oligoelementos, son
necesarios para que nuestra fauna (osos, jabalíes, palomas torcaces,
arrendajos, ratones, lirones...) pueda sobrevivir al invierno
(acumulando reservas de grasa o rellenando las despensas). Y, antaño,
junto con las nueces, eran muy importantes en la dieta de las
poblaciones rurales pues se comían frescos, asados, tostados, en forma
de harina...Incluso eran protagonistas de fiestas como el "amagüestu".
(Imagen del artículo "Al rico fruto seco" de Luis Mario Arce en la Nueva España.)
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